Temas de actualidad

La cotidianidad escénica

La calle, un eterno escenario por el que desfilan innúmeros personajes en las más diversas situaciones. Un teatro dispuesto para ser disfrutado. Aun los invisibles hacen parte activa de la calle. Es el teatro en su máxima expresión para aquellos ojos inquietos. En la calle se es protagonista o espectador. Los que llaman la atención y los que no.  Nos salimos de la cotidianidad para contemplar la maravilla del alma humana en todos los niveles de bajeza o de grandeza. El espacio callejero nos aporta los protagonistas según le demos mayor o menor importancia, la situación está ahí dispuesta para ser leída. Cada uno lee según sus intereses algo que le llama la atención, una persona le perturba, otra le cae en gracia, en un estado de fragmentación de situaciones simultáneas solo percibimos desde nuestra propia óptica, lo sensible a nuestro estado emocional.

Teatro callejero surgido de la calle y la plaza como espacio urbano de encuentro social diario. La rutina del quehacer humano. Historias que se entretejen en un devenir constante. Los fantasmas, los espacios que dejan impregnados sus espíritus. Este es un teatro que exalta la vida de la calle y el espacio urbano, desde la convivencia con lo colectivo y lo privado.

Desde la visión del espectador cotidiano, se construyen las historias donde las palabras son sonidos con significado que apoyan o enmarcan las situaciones. El peatón o caminante de la ciudad por sus calles, aceras, plazas, caminos, parques, construye un mundo pleno de significados, de lecturas que de a poco van elaborando una parábola. Este peatón observador crea desde su percepción un mundo particular, es un voyerista natural. Los espacios con sus habitantes contienen la atmosfera de las historias, el lugar se va caracterizado en memorias de uso, adquiere un valor de herencia, de patrimonio. El estado de conciencia escénica es ese momento en que hacemos conciencia durante el transcurrir en la calle, interpretando lo que sucede alrededor, leyendo la ciudad desde su propia visión. El peatón de su estado emocional hace que la vida sea drama o comedia, cuando no, tragedia.

 

El teatro que se presenta en la calle o plaza, generalmente hace caso omiso del entorno, de la escenografía que el espacio aporta, ajustándose a una utilería propia. Elabora una propuesta casi invasiva al espacio, se lo toma para presentar la obra, generalmente independiente de lo que sucede en su entorno. Esto no es algo negativo, por el contrario, son momentos de conciencia sobre el teatro que ocurre en la calle. Otra forma de teatro es el rebusque, surgido de la necesidad de sobrevivir de la representación. El rebusque es una actitud ante la vida, que puede ser interpretado como una irreverencia al teatro formal, tanto, como un acto consecuente del teatro. La juglería, actores errabundos por el mundo que le cantan a la vida transmitiendo su mensaje en plena libertad. Aprovechan sus mejores técnicas de la pantomima, la cuentería, el remedo, los títeres, el circo, el baile, la farsa, para atraer y comprometer al espectador con su aporte tan valioso para la subsistencia del actor y la continuidad del espectáculo. Un teatro vital, sin códigos ni normas, muchas veces irreverente, a veces poco rigoroso según los pontífices del teatro, pero tan real como cualquier forma teatral.

2016

El teatro en la calle

En Medellín para centralizar en una política cultural de proyección artística y formación de público, se creó "Medellín un gran escenario" para canalizar la programación cultural del equipamiento institucional del municipio y de algunos eventos de ciudad. Obviamente una programación gratuita variada, para la cual tienen definidos algunos formatos de acuerdo a las condiciones de los espacios. Además de procurar el “apoyo” al mayor número de grupos o de artistas más representativos de la ciudad.

Muy bueno sería encontrar una correspondencia entre esa sensibilización o inversión social, en transformar los valores ciudadanos de nuestros habitantes. Claro que es mejor algo que nada. En nuestra economía mixta, estado-sector privado, donde el estado es el mayor generador de empleo, se ha creado una economía estado dependiente y otra independiente o privada. La criminalidad (corrupción) en su mayor nivel es estado dependiente, para que entendamos la dimensión de nuestros dineros. Y es desde este punto de vista económico donde no debe caer el arte, sin negar la importancia del dinero. La taquilla es algo para replantearse a fondo. Bien por las convocatorias que apoya la producción del arte. Existen contextos adecuados para cada expresión. Maravilloso la presentación de diferentes expresiones artísticas dentro de las salas de lectura en las bibliotecas, con mimos, títeres, magia, danza, etc. Pero es decepcionante la asistencia en muchos lugares, fuera de que los espacios son inadecuados para algunas obras, y no depende de si una obra es buena o mala como lo han querido hacer ver algunos, lo cual es muy subjetivo. Si “La Dany” es tan mal espectáculo, porque la asistencia de público tan numerosa, y un público que no hay que subestimar, o si es un buen espectáculo, porque no es reconocido en el medio teatral o en el estado como un trabajo teatral. ¿Será que un actor profesional logra elaborar una propuesta teatral con los recursos escénicos mejor que la Dany o la Barca de los Locos y darle continuidad? ¿Le llegará a ese público que estos han “formado”? y no creo que sea por morbo. Estas preguntas son especulación, pero la realidad es su existencia. La calidad de una función está íntimamente ligada a las condiciones del espacio y el público. No todas las obras de títeres son adecuadas para la calle a pesar de ser portátiles, entiéndase también plaza, ya que la brisa es enemiga número uno de los teatrinos. Una tarima tampoco es recomendable para un trabajo a cielo abierto, a no ser que la obra lo exija. Entonces tenemos un teatro al aire libre trasladado de un escenario convencional a una tarima.

La ciudad en cierto momento se llenó de pequeños teatricos al aire libre que terminaron de sanitario público, algunos hasta con chorros de agua para limpieza disfrazados de fuente. También existen varios teatros al aire libre completamente subutilizados. Donde está la programación de estos espacios, en donde están las obras para esos espacios. Que bueno que se replantearon conceptos de espacio provocadores, con ciertas condiciones escénicas como el parque de Los Deseos para cine. La plaza de Cisneros con su bosque de columnas contiene varias plataformas provocadoras, tanto como las columnas mismas para la fotografía, exposiciones, video, teatro, música, poesía. Pero no existe una política de programaciones en los parques que no sean biblioteca de la ciudad. Todavía quedan algunos parques de barrio en la ciudad que les caería muy bien una programación cultural.

El quehacer artístico supera las expectativas de acumulación de riqueza. El quehacer artístico es valor patrimonial que no esta supeditado a la gama de “productos artísticos” (obras) del mercado. Es el “consumidor” (público) el que da valor al trabajo de esta iconografía urbana. Me parece que se ha manejado con una tendencia al entretenimiento, evitando el diálogo con la obra, sin que sea conversación. El arte se ha “socializado” al sacarlo al espacio público para acercarse a al público, ocurriendo en buena medida una mimetización, se ha invisibilizado al confundirse con el entorno en medio de publicidad, señales, arquitecturas, sonidos, signos que confunden sus significados. El arte tiene que entablar dialogo y constantemente re-significarse. Y es en el caso del teatro callejero, o de calle o en la calle, que siendo más próximo a un grueso público, donde se ve la falta de contenidos, desde el atractivo del rebusque con las habilidades circenses, hasta los remedadores detrás de la gente, les falta una dramaturgia para el teatro a cielo abierto. Lindas las comparsas, los personajes en zancos, las habilidades circenses, por supuesto son muy bonitas, pero también hay un teatro con historias, reflexiones de la vida y el mundo. Acaso es un teatro “aburrido”. El teatro en la calle no puede caer solo en los personajes sin parábola (solo se arma la historia de acuerdo al cliente), así sea tan atractivo el circo, el cuerpo, el payaso, la comparsa. De verdad son y serán maravillosas, pero también hay un teatro con dramaturgia que produce rasquiña, que pica, además del espectáculo mismo que puede dejar la boca abierta por el espectáculo.

Para obras con formatos poco convencionales por dimensión, duración, espacio, el mercado es escaso, para no decir inexistente, casi solo para amigos. Es absurdo hacer montajes no convencionales en estos términos. Hay que encasillarse a los requerimientos del mercado o asumir las consecuencias. Igual que muchos festivales programados más por condiciones del mercado o relaciones públicas o políticas. Hay espacios que provocan al artista para expresarse. Montmartre en Paris es más que un barrio bohemio donde la gente pinta en la calle. Es un paisaje urbano con alma, construido y conservado con esmero, poblado por personas que aman este espacio de convivencia, de igualdad, de respeto, de arte. Es la necesaria isla para aislarse del mundo, entre el mundo. El teatro de la calle puede re-significar espacios propiciando el encuentro ciudadano. La gente asiste a las funciones de los espacios tomados, son muchos los que esperan la función en el mejor teatro al aire libre de la ciudad: el parque de Bolívar. Hay grupos o artistas que han asumido el teatro popular en la calle con responsabilidad y compromiso que nunca se han beneficiado con la compra de sus funciones por ser marginales. En el escenario natural de la Kr. 70 se demostró que si era posible hacer una programación sin tarimas para peatones con los artistas del sector. Será que su “calidad” no amerita ninguna clase de apoyo, o será por que no pasan convocatorias; tal vez no les interesa para no tener que pagar ambulancia, baños públicos, sacar permisos, o no saben, por que trabajan sin tarima, sonido o luces, pero son sinceros con el público, con el “arte” y consigo mismos. El teatro de la calle está en la calle, nunca recibe apoyo del estado, y si, algunas veces lo atropello. Falta una programación adecuada de teatro de calle. El arte es libre y con derecho a la irreverencia, pero no del atropello, y menos entre los artistas.   

Luis Alberto Correa Zapata. Junio 2011

Teatro Barra del Silencio

Calle 45C 75-151

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